Páginas

opuesto al mito urbano

opuesto al mito urbano

lunes, 13 de febrero de 2017

Cuando se es niño siempre

Para cuando me advirtió que no saltara, era demasiado tarde: ya iba por los aires; el rostro de mi padre presagiaba una caída aparatosa y violenta.
Era una mañana de invierno en Guanacaste, la temperatura era tan alta que sentíamos que nos evaporaríamos pronto. Íbamos para San José, luego de dos semanas de estar en Tilarán; aparte del pago que llevábamos, iban también dos maletines con ropa sucia.
Cuando se es niño, nunca se deja de serlo, aún con diecisiete años.
Aquella vez logré salir ileso de semejante "proeza" : atravecé un charco que estaba sobre un camino de tierra compactada, eso sí, derrapé algunos centímetros, pero no caí. Sabía que todo iba a salir bien. Bueno, hasta que ví a mi padre de arriba abajo lleno de barro: le había salpicado hasta la médula.
Recuerdo aquella vez, a como pudimos nos cambiamos al margen de un redondel de toros que estaba al frente nuestro con la ropa sucia que transportábamos.
Bonita cosa era tratar de verle la cara a mi padre cuando íbamos en el bus para San José; ese día no me habló.
Safe Creative #1702140732566

No hay comentarios:

Publicar un comentario