Tocaba, con la luna en mis bolsillos
la flor de un pentagrama taciturno,
compuse sin origen un nocturno
concierto simulado por los grillos.
Con un sombrero azul hecho de estrellas
canté cinco riachuelos con mis manos,
deduje sin cadencia algunos pianos
que dieron los acordes a mis huellas.
Sensible de poemas amorosos
traté de hacer más páginas inquietas,
un último camino sin poetas
me trajo más versículos borrosos.
Un gran país entero de armonía
y el trigo de un paisaje sin vehemencia,
tocaron el pincel de la inocencia
a medio terminar en mi poesía.
Cantó con desespero el alma mía
el himno nunca dicho por mis labios,
quedó en mi corazón con los resabios
profundos de una extraña gëografía.
La extraña sensación de un universo
metido en la garganta de mi musa,
sacó una niña blanca e inconclusa
doblando con ahínco todo el verso.
La historia fue portenta tras los peces
plateados de la luna de Neruda,
la piel de las montañas fue desnuda
al irse sin raíces los cipreses.
Y tuve los temblores del sereno
que aprieta entre los dientes los jazmines
perdidos en un cielo sin confines
donde un ángel recuerda : "Dios es bueno".
Entonces sin aplausos ni laureles
toqué la gloria falsa de lo vano,
me fui por los caminos del verano
pintando aquel paisaje sin pinceles.
Los besos de la noche se cerraron
sin darme su expresión en mi mejilla,
lloré completa aquella pesadilla
los versos infelices que llegaron...
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