Ya me disparan
dos veces por sueño.
Y quiero de olvido, de polvo y de sangre
morirme, sin ese terrestre vocablo
que mucho frecuentan mis labios
de escandalosos metales,
o mejor dicho, de puñales ensimismados.
Ya me acechan solapados
los encabalgados enemigos
con sus terrores rectilíneos de plomo,
con su mafia conminada de balas
y su propuesta impositiva de temperamentos;
una mirada perdida bastará:
por poco muero sin plegaria
hace algunos sueños
de no ser por esa persistencia
de poeta erradicado
sin una sociedad de oídos abiertos,
que me salvó de depositar - sin funeral-
mi cuerpo deshilado de palabras,
por poco y fulminan
el librito a medio terminar
en su capítulo de las nueve y treinta de la noche;
porque esos delincuentes
se visten de negocios cuando duermo
y cuando menos lo espera mi conciencia
sin esa lamparita de caminos
menos humanistas,
me recetan una dosis de disparos
o de crímenes discretos
como sí yo fuese,- cuando duermo-
una maroma en las manos de la noche...