Amiga, debo ser un despistado,
un algo, un errabundo de palabras,
un ciego miserable del levante
que anuncia en el aurora de tus ojos
la prístina mañana enmudecida.
A mis versos le hacía mucha falta
un jardín dónde todos los jazmines
de tu piel se agitaran vehementes
hasta curvar la voz de mi guitarra;
debo confesar humanamente:
me gusta la escultura de tus piernas,
tan largas, perfiladas, y soberbias,
que puedo imaginarte monumento
en el estante claro de mi ensueño.
Empero tus siluetas de manzana,
parecen retratadas en mis líneas
y en todas las estrofas del silencio;
mas algo que ignoraba de tus lunas,
son las fases incrustadas en tus ojos
que atraen el aullido de los lobos
que bajo la coraza de mi carne
emergen circundándote nocturna.
Quizá soy despistado o retraído,
quizá soy un cobarde hecho poesía,
o el canto que jamás nadie cantó.
mas pienso en el enjambre de los ritmos
que alborota el alma de mi escrito
que he visto tras las ruinas tu paisaje
clavarse con su luz en mi interior...
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